miércoles, 26 de octubre de 2011

Padre Nuestro

Jesús ha sido nuestro “maestro”, el que nos enseñó que Dios es un “Padre bueno”. Y nos lo sigue enseñando. Como en esta historia:
Hace muchos años hubo un terremoto en Armenia. Murieron muchas personas. Un papá, que estaba en casa en aquel momento, se acordó de que su hijo estaba en el cole y salió corriendo a buscarlo. Siempre le había dicho: “Pase lo que pase, tú nunca te preocupes: yo siempre estaré allí para ayudarte”.
Cuando llegó a la escuela, el edificio se había derrumbado. El padre se echó a llorar. Pero, sin desanimarse, empezó a recordar dónde solía estar la clase de su hijo. Fue hasta allí y empezó a escarbar y a escarbar... Otros papás fueron también. Pero estaban desesperados. “Déjalo -le decían- es demasiado tarde... Ya no podemos hacer nada por ellos”. Llegaron también los bomberos y le dijeron que se fuese, que había peligro de incendio y que ya se iban a ocupar ellos. El papá siempre les decía a todos: “¿Pero va usted a ayudarme o no?”.
Nadie quiso ayudarle. Todos lo daban todo por perdido. Pero el padre siguió arañando y escarbando, arañando y escarbando. Así estuvo ocho horas..., 12...,24..., 36... Y, cuando ya llevaba 38, agotado, al retirar un pedrusco, oyó la voz de su hijo y llamó con todas sus fuerzas: ¡¡Armando!!
- “¿Papá? ¡Soy yo! ¡Estamos aquí! Ya les dije yo a los otros chicos que no se preocuparan, que tú me salvarías y que, si tú me salvabas también les salvarías a ellos. Tú siempre decías que “pase lo que pase, estarías conmigo. ¡Y has venido!”.
- “¿Cómo estás?”- preguntó el padre.
- “Aquí estamos catorce de los treinta y seis de la clase. Tenemos hambre y miedo, pero ahora ya estás aquí. Se formó una cámara de aire entre los cascotes y eso nos ha hecho vivir”.
- “¡Venga, hijo, vamos fuera, yo te ayudaré”- dijo el padre. Y el hijo le contestó:
- “No, papá. Que salgan primero los demás chicos. ¡Yo ya sé que tú me sacarás! ¡Pase lo que pase, sé que tú me sacarás!”.
¡Qué valiente fue ese padre! Luchó sin descanso hasta que consiguió salvar a su hijo. Así es Dios también. Siempre está a nuestro lado, siempre quiere lo mejor para nosotros, es un Padre bueno. Igual que Armando confiemos siempre en Él, contémosle nuestras alegrías y nuestras penas. Él nos ayudará.

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