Aquella mañana de verano, nuestros protagonistas, los primos Alicia y Sergio y las hermanas Ángela e Irene, habían decidido ir a bañarse a un lugar especialmente bonito cerca del pueblo en el que veranean cada año. El lugar es una poza en la que hay hasta un rústico trampolín. A un lado tiene un bar y está preparado como merendero; en el otro lado la poza está flanqueada por unas rocas, surcadas por pequeñas cuevas, que le dan al lugar un encanto especial. Además, muy cerca, hay una hermosa cascada que ningún visitante del lugar deja de admirar y que los chicos pensaban ir a disfrutar.
Como el lugar está un poco lejos de sus casas, habían decidido ir en sus bicicletas. De esa manera, la mañana se redondeaba con un agradable paseo en bici por la carretera de montaña, abundantemente sombreada gracias a los numerosos árboles de los bosques y prados que la circundan. Como las carreteras del lugar son estrechas, iban en rigurosa fila de a uno, sin prisa, entre risas y comentarios sobre el buen día que habían elegido para disfrutar una jornada de río y montaña.
De pronto…
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