Había
en una huerta un grupo de tomates que vivían alegremente y se llevaban bien.
Cada uno de ellos, les daba consejos a los demás para que madurasen de la mejor
manera posible. Se decían unos a otros: ¡hoy necesitas la luz del sol para
coger un buen color! ¡Pues hoy yo necesito humedad para estar bien jugosito por
dentro!
Así,
todos se aconsejaban y crecían sanos y maduraban sin problema. Sin embargo, uno
de ellos, no quería escuchar a los demás. Pensaba que no necesitaba de nadie ya
que él era un tomate esplendoroso. A pesar de los consejos y de los avisos que
recibía de sus amigos, este tomate nunca cambió, encerrándose en sí mismo y
consiguiendo que su interior cada vez fuese más duro y con peor sabor.
Llegado
el tiempo, todos los tomates estaban relucientes y muy sabrosos, excepto aquél
que se había negado a mejorar. No había madurado y tuvo que ser desechado.
En nuestra vida encontramos muchos momentos en los que necesitamos hacer una
mejora. Necesitamos madurar e ir cambiando cosas en nuestra vida para ser
mejores. A veces somos nosotros mismos los que nos damos cuenta y en otras ocasiones necesitamos la ayuda de
alguien que nos lo haga ver.
Proponte
ser mejor, cambiar aquello que no te deja crecer por otras cosas buenas. Ponte
manos a la obra ¡y a madurar!
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