Quizá algunos pensemos que
en el Evangelio la Virgen
aparece constantemente. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Los
evangelistas la presentan sólo en algunos momentos, si bien es cierto que éstos
son clave para nuestra fe.
María siempre aparece
acompañando a Jesús, su hijo: en el portal de Belén, en la última cena, en la
cruz, en la Resurrección…
De todos los pasajes, hoy vamos a recordar uno que seguramente nos suene, y que
nos presenta a María como “Auxiliadora”, como “Intercesora” ante las
necesidades del mundo.
Al tercer día se celebró
una boda en Caná de Galilea,
y estaba allí la madre de Jesús.
Fue invitado también Jesús
con sus discípulos a la boda.
Y como faltó el vino, la
madre de Jesús le dijo: —No tienen vino.
Jesús le dijo: —¿Qué tiene
que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los que
servían: —Haced todo lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de
piedra para agua, de acuerdo con los ritos de los judíos para la
purificación. En cada una de ellas cabían dos o tres medidas.
Jesús les dijo: —Llenad de
agua las tinajas. Y las llenaron hasta el borde.
Luego les dijo: —Sacad
ahora y llevadlo al encargado del banquete. Se lo llevaron;
y cuando el encargado del
banquete probó el agua ya hecha vino, y no sabía de dónde venía (aunque los
sirvientes que habían sacado el agua sí lo sabían), llamó al novio
y le dijo: —Todo hombre
sirve primero el buen vino; y cuando ya han tomado bastante, entonces saca el
inferior. Pero tú has guardado el buen vino hasta ahora.
Este principio de señales
hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron
en él.
Después de esto, él
descendió a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se
quedaron allí no muchos días.
A la Virgen, a nuestra
Auxiliadora, a nuestra Intercesora, hoy la pedimos por todos los que tienen
necesidades de cualquier tipo y condición. Ofrecemos por ellos, como flor,
nuestra disponibilidad a los demás, a nuestros prójimos.