En la lejana China vivía un monje sabio llamado Fa-Yan. Habitaba un templo budista que se alzaba cerca de una ciudad del sur de China. En ese mismo templo vivía el humilde monje llamado TaiQuin, que era despreciado por ser algo despistado.
Una vez, después de las oraciones diarias, el sabio Fa-Yan preguntó a sus hermanos de monasterio:
- Si un tigre aparece con una campanilla atada al cuello, ¿quién podrá desatarla?
Todos se quedaron perplejos, pues desatar la campanilla del cuello del tigre sería una temeridad. El tigre es un animal muy temido en aquellas latitudes. Es imposible que una persona pueda acercarse a su cuello para quitarle una campanilla. Por este motivo, aunque pensaban y pensaban, nadie atinaba a dar una respuesta válida.
En ese momento entró el monje Tai-Quin, y el sabio maestro le repitió la pregunta. El monje que acababa de entrar respondió de golpe y sin pensar:
- La campanilla debe ser desatada por quien la ha atado.
Esta frase tan ocurrente se convirtió, con el paso de los años, en un refrán para el pueblo, por eso en China la gente no dice «Debe resolver el problema quien lo creó», sino que utiliza el dicho «la campanilla debe ser desatada por quien la ha atado».
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